Seis prototipos definirán
el futuro de Renault, marcado por su apuesta en la tecnología eléctrica.
Ni por un millón de euros. Ese es el precio estimado por Rulenat para el DeZir y esa es
la cifra que estaba dispuesta a pagar un millonario ruso por él. Ocurrió durante
su presentación en el Salón de París y, naturalmente, los franceses se negaron.
Para satisfacción, sobre todo, de Laurens van de Acker, el padre de la criatura.
Es el nuevo gurú de diseño en Renault, el encargado de dar forma a la gama de la
próxima década. ¿Existe un mejor anfitrión para probar el DeZir? Desde luego que
no. Así que, antes de subirme al prototipo, me cuenta la nueva filosofía de
diseño y me pide que imagine una flor de seis pétalos. Así de gráficos son los
diseñadores. Cada hoja representa una etapa de la vida adulta y de cada una
saldrá un prototipo para definir los coches de serie de la marca gala. Por
ejemplo, el DeZir representa al amor emocional y de ahí su color rojo y carácter
deportivo.
Es innegable, causa impresión por fuera. No me extraña que aquel ruso se encaprichase de él. Quizás el encanto hubiera remitido al acceder al interior, porque debo realizar un ejercicio de contorsionismo. No olvides que es un concept y el diseño prima sobre lo práctico. Eso sí, una vez dentro hay espacio de sobra para las piernas y la postura es de lo más bajita y deportiva. Sorprenden las dos cámaras que hacen de retrovisores y, sobre todo, la tableta tipo iPad que sustituye a la tradicional consola. Así será el futuro… sencillo y táctil. Porque el cambio de variador continuo se mueve por ligeros impulsos y, por ejemplo, para encender las luces sólo debo pasar mi dedo por encima de un sensor.
Arranco despacio, muy despacio
La lentitud al iniciar la marcha no responde a la pereza del coche sino a mi respeto. Es un prototipo, es único y hay que tratarlo con cuidado. Entro en la pista de pruebas de Mortefontaine y acelero en la primera recta. Rugen de golpe los 226 Nm de par y los 150 caballos de potencia se transmiten a las ruedas traseras sin pérdidas de tracción. Algo meritorio, pues el suelo esta lleno de hojas.
Un chasis heredado del Mégane Trophy y la dirección ultradirecta (aunque con un elevado radio de giro) me permiten trazar las curvas con gran confianza. Además, la capacidad de recuperación me sorprende gratamente. Tanto como las sensaciones: es el primer eléctrico que conduzco que al poco tiempo me hace olvidar que llevo un eléctrico. El feeling es de automóvil normal... hasta que miro la futurista consola o las pantallas del techo.
Salgo del ensueño cuando el ingeniero que me acompaña me pide que vaya pensando en parar. Hay que recargar, pues la autonomía máxima es de 160 kilómetros si tratas al acelerador con suavidad. Detengo los 4,2 metros que mide el DeZir al lado de una toma de corriente trifásica de 400 V. Así puedo recargar el 80 por ciento en sólo 20 minutos. En cambio, en la red doméstica se tardan ocho horas. Y existe otra opción más de recarga, en la que Renault trabaja desde hace tiempo. Se llama Quick Drop y consiste en reemplazar la batería agotada por otra nueva en cada recarga.
Detalles prácticos aparte, quédate con varios apuntes estéticos de este prototipo, como la parrilla delantera. Cuando veas los próximos Renault, seguro que te recuerdan al DeZir. Yo me acordaré de él por su estética rompedora y porque cambió mi forma de pensar sobre estos modelos eléctricos.
